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domingo, 14 de marzo de 2010

La Cara Inocente de la Catástrofe



Saludo de Homero :D

Hasta Homero se acuerda de nosotros!
Animo, entre todos podemos reconstruir nuestro país y nuestros corazones!

jueves, 4 de marzo de 2010

Chile de Memoria

““Si uno se quedaba callada, podía escuchar los lamentos. Hubo gente que quedó aplastada y no murió. Si uno se detenía a escuchar, parecía que todo Chillán estaba llorando". Estas palabras son de Draumelia Sotomayor, sobreviviente del terremoto de 1939.

"Valdivia quedó completamente aislada del resto del territorio. Los primeros informes oficiales se referían a Concepción, Chillán y los pueblos aledaños. Nadie mencionaba a Valdivia. Siendo ya las 0.35 hrs., una improvisada radioemisora logró ser instalada en un potrero de la Isla Teja, y Valdivia pudo comunicar su verdad, provocando un impacto tal en el resto del país, que no pudieron evitar llorar como niños". Valdivia, 1960.

Nací en 1961, mi primer llanto fue a finales de enero, meses después del terremoto y maremoto de Valdivia, mis primeras lágrimas cayeron -como las de muchos de los que me están leyendo- sobre esta tierra, y no en otra.

Estoy aquí, escribiendo estas líneas, mirando amanecer sobre estas cordilleras puras y solemnes, pero no estoy solo, aunque la ciudad duerme. Dentro de mí están todos mis antepasados, los que murieron tragados por la tierra o el mar, los que quedaron huérfanos, los que perdieron todo en temblores sin fin, pero decidieron no arrancar de esta latitud extrema y abismal.

Cuando miro este cielo, esta luz y respiro este aire, lo estoy haciendo por ellos, porque somos los ojos de los que ya no están aquí.

Yo soy los ojos de Arcadio Warnken, remoto pariente de nombre fundacional, cuyos restos deben haberse sobresaltado en estos días con las sucesivas réplicas en algún cementerio de Concepción. Yo soy el abuelo que no conocí, Manuel Warnken Benavente, que murió de una enfermedad contraída en Chillán, en 1939, después de haber ido a cumplir su función pública de ayuda a la ciudad caída. "Un hombre bueno" -me decía mi padre, que perdió al suyo cuando era un adolescente-. Hombres y mujeres buenos, "en el buen sentido de la palabra, buenos" -como dice Machado-. Si al mirar yo, ellos también están mirando conmigo, no quiero ver entonces los actos deleznables, los pillajes abyectos de estos días; no quiero ver la rufianería de los que construyen y venden edificios de la muerte; no quiero ver toda la ruindad que las catástrofes de esta magnitud dejan siempre al desnudo. No vale la pena, la pena que ahora nos está partiendo el alma.

Por eso, he hecho un trabajo de "edición" de las mejores imágenes que merecen ser guardadas en mi retina y la de mis muertos. He levantado mi propio archivo de lo que se puede rescatar de entre los escombros de este terremoto de 2010.

Lo he hecho porque no quiero olvidar al Chile profundo que parece haber sido borrado del mapa para siempre. "Sólo saben lo que fue Chile, los que lo han perdido", dijo con mucha nostalgia, en una ciudad de Italia en su exilio, en el siglo XVIII, el jesuita visionario Manuel Lacunza.

Por eso he decidido ver una y otra vez a Francisco Melo, un hermoso anciano que abrió su pozo secreto de agua para compartirlo con todos sus vecinos de Hualpén, y que al preguntarle cuánto cobraría por ello, se rió con un "Noooo" salido desde el fondo de su alma, pura, como el agua de su pozo.

Por eso estoy viendo al capitán Carlos Pinto, buzo táctico de la Armada, que no ha parado de buscar en las aguas de Constitución el cuerpo de un joven desaparecido que prometió devolverle a un padre desesperado. Por eso no quiero dejar de ver la sonrisa de Viviana con su hija nacida en un hospital de Angol el 27 de febrero a la hora exacta del terremoto y a la que las matronas, que nunca la dejaron sola, bautizaron como "Terremotita".

No me canso de mirarlos y escucharlos. Y, conmigo, los que ya no están, también los ven. Y entonces siento que no somos pura ruina. Y Cobquecura, Curanipe, Dichato, Constitución vuelven como los versos perdidos de un largo poema herido en la memoria, recitado una y otra vez por sus vivos y sus muertos: Chile.”


Cristián Warnken, Diario El Mercurio, 4 de marzo de 2010.